domingo, 23 de noviembre de 2008


Con un mes y medio el capirote se vuelve gris, surgen manchas negras en la parte superior del pico y en la posterior del cuello, la cola se hace visible y las plumas del dorso ya aparecen de un color pardo y barradas. El color del cuello tiende hacia el negro y los laterales de la cabeza y la garganta hacia el color blanco. Con tres meses el pico y las patas son de color naranja y el collar del cuello está sin cerrar. En los quince días siguientes las patas se vuelven rojas y en los machos juveniles la pluma más externa del ala es puntiaguda y con una mancha blanca. La hembra adulta de quince meses muestra la pluma más externa del ala con su borde gastado y una mancha blanca. Carece de espolón. A los veintisiete meses el plumaje de la hembra es rojizo, presenta un collar negro que va de la base del pico hacia la garganta; tiene una tonalidad de color blanco sucio, presentando un babero de plumas de color gris perla y negro. En sus flancos se aprecian las características bandas transversales donde alternan los colores rojo, blanco y gris perla, ribeteados de una fina línea negra. Su pico y las patas son rojas y en algunas ocasiones presentan un pequeño espolón.
A partir de Enero los machos empiezan su periodo de celo. La época de cría se desarrolla desde finales de abril a mayo. El macho prepara varios nidos en depresiones someras con poco tapizado de la vegetación próxima. La hembra elige uno, anida en el suelo y pone entre 9 y 18 huevos subelípticos, lisos y brillantes, de color blanco amarillento y a menudo dispersamente manchados. Pone los huevos a intervalos aproximados de 36 horas y los incuba en veintitrés días y medio. La hembra puede hacer dos puestas en nidos diferentes, en cuyo caso una puesta es incubada por la hembra y la otra por el macho. Los polluelos que eclosionan con un peso aproximado de veinte gramos, son nidífugos y consecuentemente abandonan el nido con rapidez, aunque los perdigones permanece unidos hasta el siguiente periodo de cría. La perdiz es un ave omnívora. A la semana de vida su dieta está compuesta por un 66% de invertebrados y un 33% de semillas y flores. A las dos semanas su alimentación se invierte e ingiere un 66% de semillas y flores y un 33% de invertebrados. A las tres semanas, cuando se pueden considerara adultos siguen consumiendo un porcentaje mayoritario de vegetales (97%que se reparte entre semillas, frutos, hojas, raíces y flores, el resto lo aportan los insectos y los líquenes. Es pues evidente que la alimentación de las perdices esta muy condicionada por la disponibilidad de alimento que, a su vez depende en gran medida de la climatología y de las condiciones de partida del hábitat allí existente.
La perdiz roja vive en bandos familiares que denotan un buen estado general de la población cuando el número de individuos oscila entre 16 y 25 ejemplares. Ocupan un territorio pequeño, por término medio de unos 500 metros cuadrados, en gran parte debido a su carácter sedentario y la disminución de riesgos que supone no realizara grandes desplazamientos para alimentarse. Durante el periodo invernal la perdiz emite su canto peculiar por la mañana y a la puesta de sol y sobre todo cuando la bandada se ha dispersado y también para atraer al macho. Al espantarse la bandada, todos los individuos salen corriendo en la misma dirección. Duermen generalmente en lugares abiertos que facilitan la huída y en las franjas horarias de más actividad (Atardecer y primeras horas de la mañana) se desplazan para comer caminando, mientras algún individuo permanece vigilando. Beben en las charcas y aprovechan el agua condensada por el rocío y a medio día se dedican a la higiene personal, cuidando su plumaje y tomando baños de arena. Hay que decir que tantas cautelas frente a los riesgos están perfectamente justificadas ya que una pareja de perdices logra sacar adelante entre un 30% y 35% de la crías incubadas y nacidas durante el año. Siendo los principales artífices de este pequeño desastre los pequeños depredadores como lirones, ratones, culebras, lagartos y ya en fases más adultas las águilas, los zorros y otras rapaces de más envergadura como ratoneros, azores, etc. Los factores que propician una mortalidad que oscila entre el 65 y el 60%. Son achacables, con las reservas propias de este tipo de afirmaciones, a la caza en un 40% - incluyendo tanto la regulada como la furtiva -, a la climatología excesivamente rigurosa del invierno en un 10%, a los pesticidas en un 5% y a los depredadores en otro 10%.

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